domingo, 17 de enero de 2010

NESPRESSO, EL BAR Y LA CHURRERA



3 experiencias como cliente:

A. Me regalan una cafetera Nespresso en Reyes. Fácil uso de la máquina, documentación clara y una carpeta de bienvenida bien diseñada que te hace sentir como cliente de un servicio elitista. Toda una invitación a vivir una experiencia agradable relacionada con el café. Pongo la primera cápsula y mientras el café va cayendo en la taza un aroma impregna la cocina. Definitivamente no estoy haciendo café, me estoy haciendo un Nespresso y no es lo mismo. Desde el día seis que me regalaron la cafetera hasta hoy habré dicho a más de 10 personas que me han regalado una cafetera Nespresso y que el café es insuperable.

Claves de Nespresso:

1. La publicidad. Elegante, cuidada. Recordemos que George Clooney es la cara de Nespresso. En el último anuncio se permiten el lujo de contar también con John Malkovich en el papel de San Pedro.
2. Las cafeteras. Precio asequible y bonificado hasta con 70 euros. Comprarte una cafetera nespresso te puede suponer desembolsar simplemente unos 50 euros.
3. Lo envolvente. Para mí la parte del negocio en el que ellos invierten más esfuerzos por mostrar la exclusividad de su producto es la compra de las cápsulas empezando porque no se pueden comprar más que a través de su página web o en tiendas "Nespresso". Estas tiendas están ubicadas en áreas comerciales y residenciales caras y elitistas. En Madrid las tenemos en la llamada "Milla de oro" o en Pozuelo de Alarcón. Las tiendas tienen un diseño minimalista pero nada más entrar te sientes en un sitio diferente, es como si hubieras subido 3 estadios en el "elitermómetro" ( si el elitismo pudiera medirse). Los empleados de la tienda van vestidos de un negro sobrio pero elegante. Todo está perfectamente colocado y la iluminación está absolutamente acompasada con su filosofía. Definitivamente Nespresso consigue no solo dar un buen café sino una experiencia ligada no solo al sabor del café sino a todo el proceso que hace que disfrutes del mismo. "Customer Experience 360". Sin duda.
B. El Bar. Me levanto esta mañana y decido ir a desayunar a un bar porque me apetece tomar un café y un par de porras. Pido un café y cuando me lo sirve la camarera le pido un par de porras. Dándose la vuelta y mientras se marcha me comenta que no tienen todavía y que las traerán. Una vez que hace eso se va al final de la barra y sigue su conversación con una persona con la que ya estaba cuando entré. Conclusión, un pesado entró a desayunar e interrumpió mi conversación. Le sirvo tan rápido como pueda y sin complicarme la vida. ¿Estaba pidiendo que me hiciera vivir una experiencia?. No, solo que me hubiera comentado: "No tengo porras, pero si le apetece un bollo o una tostada....". Nada de nada. La única conclusión positiva es que en esta zona no hay menos de 6 cafeterías por lo que a la hora de elegir, la próxima vez, donde voy a desayunar ya hay una en la que no voy a pensar a la hora de decidirme.

C. La churrera. Dado el fiasco de mi desayuno he decidido ir a una churrería porque me seguían apeteciendo unas porras. La churrera, que ya me conoce de alguna vez, sabe que me gusta la porra del centro y como otra clienta ya la había pedido se ha esmerado en escoger las que están alrededor y con una sonrisa me ha comentado: "Menudas porras de buenas te llevas hoy". Todo esto con un montón de gente esperando y trabajando a un ritmo infernal. ¿Puedo pedir algo más?. No, como cliente me he ido contento porque me ha hecho sentir único durante los 30 segundos que ha durado la transacción.

Moraleja: No es difícil hacer vivir experiencias a nuestros clientes, solo hay que desear hacerlo.

Fuente Vídeo: Youtube

jueves, 7 de enero de 2010

UNA EXCEPCIÓN ATLÉTICA

Dentro de este blog dedicado a cuestiones de RRHH voy a hacer una excepción con un post que publicó el Maestro Antoni Daimiel en su blog. Aquí os lo dejo, feliz 2010 a todos:

Henry Cherry (Cherry Tree) era un señor de pelo blanco y traje oscuro. Un gran empresario para sus negocios personales pero un personaje avaro y tacaño para la importante sociedad que presidía, una sociedad que era dueña de sueños y desvelos de centenares de miles de personas. Henry Cherry (Cherry Tree) no celebraba la Navidad, no realizaba un balance del año que acababa, no hacía propósito de enmienda ni planes de prosperidad para el año nuevo. Una aventura solitaria, una vida arisca, rompedora de sueños. Tal día como hoy, un 23 de Diciembre, Henry Cherry (Cherry Tree) recibió la visita de tres espíritus de la Navidad. El primero, el Espíritu del Pasado, le mostró una vida de cine salpicada con nueve ligas, nueve copas, una recopa y una intercontinental. El Espíritu del Presente le contó que veía a otras sociedades viviendo la Navidad con diferentes ilusiones, unos más pobres y otros más ricos pero todos con dignidad y proyectos. Le enseñó cómo empleados que fueron suyos y ya no lo eran celebraban el no serlo y volvían a estar justamente reconocidos. El Espíritu del Futuro, mudo y sombrío, le reveló el destino de los avaros, su empresa saqueada por sus propios damnificados y la propia huída de Henry Cherry (Cherry Tree) con la devaluación y venta de sus acciones.

Henry se horrorizó y le gritó a este último espíritu que iba a cambiar, que sería generoso y que abandonaría la sociedad por el bien de la mayoría. Todo era una pesadilla. Henry Cherry (Cherry Tree), sobre un colchón a rayas, descuelga el teléfono y ordena contratar a cinco nuevos empleados en el mercado de invierno antes de impulsar y firmar con orgullo y redención la venta de la sociedad a tres jeques llegados de Oriente cargados de oro, incienso y mirra.


Antoni Daimiel www.blogs.plus.es/daimiel/