domingo, 18 de octubre de 2009

GESTIÓN DE LAS EMOCIONES




El lado emocional es el componente menos empírico de una Compañía. Todo se mide, todo se analiza y se contrasta, todo se prevé y se integra en grandes informes que nos permiten hacer un seguimiento diario del trabajo y nos permiten verificar que estamos o no en el camino correcto.
Pero, ¿ y el componente emocional?, ¿ importa o no importa?, ¿influye o no influye?. Este componente es difícil de integrar pero todos lo poseemos en mayor o menor medida. Es más, ese componente es el que nos permite tras el aprendizaje convertirnos en excelentes profesionales que todos los días aporten un plus a su labor diaria. Es el caldo de cultivo de los líderes y de aquellos que al final logran aunar un grupo de personas que, respetando sus diferencias, se orientarán a la consecución de un objetivo común. Una empresa que descuida el lado emocional, que no palpa los estados de ánimo globales y particulares, que no identifica a aquellos componentes que aunan voluntades hacia lo positivo y lo negativo está condenada a convertirse en un ente sin alma, sin espíritu. Si es una pizzería hará pizzas, si es un bar servirá cañas pero desde luego no hará las más exquisitas pizzas ni cada caña tirada será una obra de arte.
Los clientes de las empresas con alma y que cuidan el lado emocional lo notan y valoran ya que los empleados de esas empresas se convierten en garantes y avivadores del alma y del lado emocional del cliente.
Empecemos por lo más pequeño, preguntemos al de al lado como se encuentra y si gestionamos equipos intentemos preocuparnos por cómo ven ellos la empresa, por cómo se encuentran, por su estado anímico, por sus anhelos, por sus temores, por sus esperanzas. Descartemos el tópico de la separación de lo personal y lo profesional. Somos un todo y afortunadamente lo emocional es inherente al ser humano y lo que nos dota a cada uno de nosotros de una singularidad extraordinaria. Si no contemplamos este aspecto deberíamos incluir en el próximo anuncio de Infojobs como requisito imprescindible el que la persona pueda demostrar que está desposeído de alma.

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